Por
Miguel Angel Cuanalo Gómez nSJ.
Lugar
de prenoviciado: Ciudad de los Niños del Padre Cuellar
Me
siento profundamente agradecido por haber vivido el prenoviciado en
la Ciudad de Niños. En este lugar fui testigo del esfuerzo realizado
por niños, bienhechores, colaboradores y jesuitas que dan testimonio
de la esperanza en otro mundo posible. El resultado de este esfuerzo
se traduce en talleres, escuela, áreas recreativas y áreas de
formación, llenas de vida por la presencia de niños y jóvenes a
quienes la Compañía de Jesús se sabe llamada a servir. Aquí
llegué con una búsqueda vocacional en mente, y ahí fue donde pude
darle respuesta: en el encuentro con la vida de niños que crecieron
en un entorno de dolor, escasez y sufrimiento, consecuencias de la
marginación social y económica de nuestro mundo. De tal forma que a
la luz de la fe vi con especial brillo sus sonrisas en el comedor,
sus esfuerzos en los estudios, y su sensibilidad ante el dolor del
otro que sufre. Mi vida no ha sido igual después de haber sido
testigo de la valentía de nuestros niños que luchan por la
vida en un medio adverso, lo que ha dejado una marca honda en mi
corazón. Me doy cuenta que sus historias y sus búsquedas se
volvieron mías y las propias se convirtieron en las de ellos. Así
se entrecruzaron nuestras historias y búsquedas para hacernos
testigos de la actuación de la gracia desde nuestros límites. Esta
experiencia sigue siendo motivo de gozo y esperanza dentro del
noviciado donde voy dando respuesta a esta invitación del Dios de la
vida para probarme en el seguimiento de Jesús bajo el carisma de su
“mínima Compañía”. No cabe duda que el dejarse conducir con un
sentido de vulnerabilidad conlleva gracia, experimentamos que a
pesar de nuestros esfuerzos Él tiene la última palabra, que está
más allá nuestro mal social y personal.
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