Por Gerardo Bárcenas Romero nSJ.
Como
novicio de segundo año, de la Compañía de Jesús, realizo mi
apostolado en el Cortijo, una ranchería cerca de Zapotiltic, al sur
de Jalisco. En esta comunidad sucedió algo muy bello que me ha
ayudado a reflexionar. Alguna autoridad de la comunidad deseaba talar
una Primavera, que es un árbol enorme, lleva más de 60 años en la
comunidad y está en el Jardín ¡seguro que a más de uno le ha
brindado una buena sombra!
Quiero
subrayar que las mujeres fueron las primeras en movilizarse y evitar
que siguieran talando la Primavera. Poco a poco se acercó más gente
que las apoyaba para evitar tal crimen, al final lograron impedir que
fuera talada por completo, las personas empezaron las demandas contra
quienes resultaran responsables; además la comunidad se sintió muy
orgullosa de lo que logró hacer unida.
Entiendo
que salvar un árbol puede parecer una cosa pequeña, pero ¿acaso
será este el inicio para poder pensar en los agroquímicos, en el
desperdicio del agua, o en el simple hecho de tirar o quemar basura,
y de muchas otras cosas que afectan a nuestra tierra? Es un tema
abierto del cual confío que la comunidad podrá ir reflexionando y
también nosotros; tengo claro que las personas que más sufren el
cambio climático son las personas más pobres y a la vez son las que
menos contaminan y que menos desperdician, pero todos tenemos parte
en el cuidado de nuestra tierra.
Es
tiempo de ponernos a reflexionar sobre nuestra relación con la
naturaleza. Recordemos que Dios se nos revela en ella de un modo
especial. Por ejemplo, en la "Contemplación para Alcanzar Amor"
de los Ejercicios Espirituales, San Ignacio nos invita a contemplar:
mirar cómo Dios habita en las criaturas, en los elementos dando
ser, en las plantas vegetando, en los animales sensando, en los
hombres dando entender [EE. 235]. Esto nos ayuda a entender
nuestra relación directa con el cosmos y con su Creador.
El
asunto no se resolverá si sólo nos enfocamos a cuidar plantas y
animales. El problema se podrá enfrentar a medida que cambie nuestra
mirada sobre la ecología; que no sea sólo por imagen, porque está
de moda o porque se escucha bien, sino que nuestro espíritu caiga en
la cuenta de una verdadera y sana relación con todo lo creado. Esto
nos animará a dar testimonio y a salir de la apatía, del desinterés
y de la comodidad, porque ser cuidador de la naturaleza es más que
buscar el reconocimiento de los otros. Lo que nos toca como
cristianos es "cargar nuestra cruz" haciendo algo por la
naturaleza, creo que así podremos salir de la mediocridad y del
consumismo que tanto ha dañado a nuestro mundo y a los que lo
habitan. Termino esta reflexión con las palabras de B. Powell,
fundador de los Scouts, que me hacen pensar que mi estancia en
la tierra tiene un propósito así de grande: “Dejar el mundo
mejor de lo que lo encontramos”.
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