En el noviciado se pretende que el sujeto que quiere ser jesuita
discierna, clarifique y confirme su vocación, viviendo ya como jesuita,
y realizando una serie de actividades. Lo que más importa es lo
referente al conocimiento de Cristo, de la Compañía y de uno mismo,
discerniendo una vocación orientada al servicio de la misión del Reino
de Dios. Por tanto es un tiempo de dos años dedicados a una especie de
desierto espiritual, con su doble aspecto de ruptura y plenitud:
- Ruptura a veces costosa con el propio ambiente familiar, de amistades, de costumbres.
- Ruptura también con los ruidos de fuera y dentro.
- Plenitud, en la toma de conciencia creciente del propio proyecto, en el encuentro cada vez más profundo con Dios, consigo mismo y con los demás.
Es un tiempo de profundización en el conocimiento teórico y práctico
de la Compañía: su historia, su espiritualidad, sus documentos, su
actualidad y sus personas.
Desde el punto de vista académico son dos años en que hermanos y
futuros sacerdotes estudian las nociones básicas sobre lo que implica la opción de la vida religiosa, la Iglesia y la Espiritualidad Ignaciana.
El tiempo de Experiencias o Pruebas (como las llamaba san
Ignacio), permite al novicio medirse ante los retos de integrar en su
persona las exigencias de la vida interior, el trabajo pastoral, el
estudio y los requerimientos de una vida comunitaria fraterna. Estas
experiencias del noviciado son:
- El mes de Ejercicios Espirituales, que se hace hacia la mitad del primer año de Noviciado.
- Trabajo en hospitales durante un mes.
- Trabajo pastoral en la comunidad parroquias (se hace a lo largo de los dos años de Noviciado).
- Trabajo pastoral intenso en alguna obra de la Compañía (durante dos meses y medio).
- El Noviciado es una experiencia común para todos los jesuitas, los que se preparan para el sacerdocio y para los hermanos.
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