viernes, 28 de junio de 2013

Dios trabaja en el área de Oncología


Por Gerardo Bárcenas Romero nSJ.

Soy Gerardo Bárcenas Romero, novicio de la Compañía de Jesús, después del mes de EE, mi destino fue el Hospital Civil de la Ciudad de Guadalajara. Debo decir que a mí nunca me gustaron los hospitales, me deprimían y siempre hacia lo posible para evitarlos. Cuando me enteré de mi nueva misión sabía que ahora debería encontrar a Dios en todas las cosas y encontrarlo amando. Esta realidad donde lo debería de encontrar me parecía difícil.
Mi servicio principalmente fue en Oncología, me costó al principio poder entrar a la dinámica porque no sabía qué decir o qué hacer, pero me deje llevar así me acerque y las cosas empezaron a fluir. Me fui encontrado con jóvenes tristes porque la promesa de una vida futura se va estancado por el cáncer. Adultos preocupados por no dejar a sus familiares, viejitos luchando por vivir al igual que todos. Muchos de ellos son personas realmente pobres que no pueden pagar las quimioterapias, sufren los estragos de un deficiente sistema de salud tanto que se hacen invisibles para la lógica opresora del mundo.
La muerte estuvo presente muchas veces era el pan de cada día, la vida desde ahí se ve muy frágil, ahora estamos, mañana quién sabe. Es nuestra condición de creatura; la pregunta era obvia ¿dónde está Dios aquí? Conforme avance en la experiencia me di cuenta de cómo Dios actúa de una forma especial en esta área, Lo hace continuamente en la transfiguración, es decir, la vida se asume de un modo distinto, se entiende que el cáncer no desaparecerá de la noche a la mañana. Se aprende a vivir con él, como la transfiguración de Jesús: cuando parecía que había fracasado, los discípulos no entendían, la gente no respondía y parecía que el Reino de Dios no llegaría; Jesús asume su humillación, su fracaso y Dios lo transfigura, le marca el camino. Dios no es un privilegio para no pasar por el dolor, sino es el llamado a entregar la propia vida voluntariamente. Esta experiencia hace asumir a la cruz.

La cruz del cáncer exige cambios drásticos, ya no se puede hacer las mismas cosas, incluso cosas sencillas como tomar el sol, lo triste es cuando se experimenta que la vida empieza a apagarse. La experiencia de Dios en las personas que viven con alguna enfermedad crónica va formando la firmeza, de que estamos en manos de Dios y que en mejores manos no podemos estar. Entonces la transfiguración no es solo un acto maravilloso, sino es una señal en el camino, que nos dice que el hombre está aquí para ser “feliz y pleno” dejando atrás el fracaso, la muerte y la enfermedad. El ser feliz cobra su significado más profundo: no solo es la emoción de sentirse bien, sino el ser realmente bueno, es decir, estar bien con Dios, con el mundo, con los otros y consigo mismo; el ser pleno es experimentar el término de la vida asumiendo lo bueno y lo malo de la vida.

Las personas en el área de oncología, pacientes y familiares, van asumiendo poco a poco que somos creaturas, que somos temporales y por lo tanto se asume la vida tal cual con sus goces y sufrimientos, con la certeza de que Dios lucha de nuestro lado, no nos quitará el dolor o el sufrimiento, pero si nos enseñará a vivir con nuestro mal. La muerte, el dolor, el sufrimiento y la enfermedad no tienen la última palabra, es Dios quien la tiene. “Vengan a mí que mi yugo es llevadero y mi carga ligera”.
Dios también trasfiguró mi visión de un hospital, ya no solo veo dolor y sufrimiento; también veo a un Dios que trabaja dando paz a los corazones de sus hijos enfermos, no los abandona, esta siempre con ellos, sufriendo a su lado y amándolos hasta el extremo. Mostrándonos que solo se tiene una vida, si la guardamos se pierde de todas maneras, es mejor darla, es lo que nos enseño Jesús, a entregar la vida, siendo buenos y plenos.  

lunes, 24 de junio de 2013

Cuando el Evangelio se Hace Vida



Por Francisco Rocha Camacho nSJ.
Desde muy pequeño he escuchado la frase “el Evangelio se hace vida” pero nunca le había encontrado significado. De niño creía que, si me portaba bien, Jesús se me iba aparecer, ya en la adolescencia comencé a cuestionarme todo lo relacionado a la fe y a base de razonamientos llegue a la conclusión de que el Evangelio era una historia ‘medio rara’ pero con un mensaje que nos invita a ser mejores personas.
Durante mi pasada experiencia de peregrinación estuve trabajando en un almacén de residuos peligrosos. Fue muy gratificante descubrir que la amistad y el cariño se dan en donde menos te lo imaginas. Ahí en medio de los residuos de las maquilas, mis compañeros de trabajo me regalaron su amistad.
Comencé la experiencia muy animado, pendiente de ver dónde y cómo trabaja Dios a diario, pero la rutina, además del cansancio; me hicieron caer en las dinámicas deshumanizantes, monótonas y anti-comunitarias de la sociedad actual. Recuerdo que los primeros días de trabajo lo que más me importaba era acercarme a mis compañeros conocerlos, compartir, en fin entablar una relación. Pero el ánimo duro poco, sin darme cuenta ya estaba inmerso en el egoísmo, buscando ser mejor para asegurar mi trabajo o incluso para subir de puesto. Esto me llevo a alejarme de los demás caer en envidias, enviciarme con la monotonía, incluso perder el sentido de la experiencia.
Fueron mis compañeros de trabajo los que me ayudaron a darme cuenta que, sin querer, me había convertido en un robot: frio, calculador, competitivo, buscando sólo mi beneficio, preocupado sólo por cumplir el trabajo. Con su amistad y cariño me convertí en persona de nuevo, me aceptaron tal cual soy a pesar de mi egoísmo y competencia del cual fueron víctimas.
Recuerdo a Rubén que preocupado por mi bienestar, me prestaba su equipo de seguridad y con mucha paciencia me explicaba cómo usarlo incluso me enseño a reconocer cuáles residuos eran peligrosos y cuáles no. ‘El Franky’, que me regalaba su mascarilla contra el polvo cuando me tocaba barrer (la empresa sólo nos daba una y él sabía que yo soy alérgico al polvo). Cómo olvidar ‘al Rafita’, el guardia de la entrada, sus frases de ánimo por la mañana o al salir del trabajo. Por supuesto no podía dejar de mencionar al ‘Malandro’, el buen Miguel, con él se dio una amistad muy padre a base de pura ‘carrilla’. Estoy seguro que quien nos veía en el trabajo pensaba: - Estos dos se caen gordos- pero en realidad así nos demostrábamos aprecio. Él, me enseño a manejar el montacargas, cuando me daba mis “clases”, recordaba a mi papá enseñándome a manejar ¡Me tenía mucha paciencia! como sólo un papá puede tener.
El Evangelio de Mateo nos dice: “Ustedes son la sal de la tierra” (Mt 5; 13) y así lo experimenté porque ellos fueron los que dieron sabor a la experiencia, las horas extras se pasaron como agua, el trabajo se hizo ligero, compartimos, nos conocimos y reímos juntos. No cabe duda que la amistad es un regalo, ¡Nunca sabes en dónde se te va dar!
Los últimos días en Tijuana estuve recordando la experiencia vivida y que tocaba su fin, me vino a la mente el Evangelio de Marcos: “Les aseguro que todo el que deje casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o campos por mí y por la Buena Noticia ha de recibir en esta vida cien veces más en casas y hermanos y hermanas y madre” (Mc10; 29-30). Así me cayó el veinte y caí en la cuenta que desde el inicio del proceso vocacional, hace 2 años y medio, he ido conociendo gente muy diversa pero muy valiosa, personas que me han abierto su casa, su vida, que han compartido su techo, su comida; pero sobre todo me han regalado su amistad. La búsqueda de la vocación me ha llevado a varios lugares, en todos el Padre me ha regalado hermanos y hermanas, padres y madres pero sobre todo amigos. No me cabe duda que el Evangelio se me ha hecho vida

viernes, 21 de junio de 2013

Pobreza y experiencia de Dios



Por Rodrigo García Farías nSJ.

La bienaventuranza que trata este número del Fabro, Bienaventurados los pobres porque de ellos es el reino de los cielos, se refiere a que el Reino de los Cielos es poseído por los pobres. ¿Qué es ser pobre? Trataré de compartir con ustedes lo que he ido comprendiendo a este respecto a lo largo de este año en el noviciado.

El Reino de Dios es un deseo por el que Jesús luchó toda su vida por construirlo, comprendió que para llevarlo a cabo necesitaba poner su vida en función de la voluntad de Dios, es decir, hacer lo que Dios quería y para ello era necesario primeramente una actitud básica de confianza para dejarse guiar por Él. Llegó a ella poco a poco tras haber tenido una experiencia confirmación en el Jordán cuando lo bautizaron, después lo llevó al desierto donde también lo tentó el maligno y posteriormente el encuentro con la gente. A través del tiempo fue generando un vínculo fuerte con su Padre y asumió con agrado el papel de Hijo.

Así es nuestra relación con Jesús, primero tenemos un encuentro con Él, esto es la experiencia, luego valoramos lo que sucedió en ese encuentro (que tanto y cómo tocó el Señor nuestra persona). Entonces volvemos a regresar a Jesús para nuevos encuentros, ahí construimos un vínculo entre nuestra persona y Él con aquello que nos es significativo, más adelante construimos la amistad y este proceso va dando la confianza.

Pero ¿Que tiene que ver todo esto con la pobreza? La pobreza que refiere la bienaventuranza no es sólo la carencia de medios de subsistencia, sino que además se refiere a una actitud por parte de quien quiere, se interesa o se siente invitado por el mensaje de Jesús. Esto es fundamentalmente relativizar cualquier cosa: dinero, coche, casa, ropa, fama, estima, riquezas, todo lo que uno puede llegar a desear honestamente. Pero antes, siendo honestos, nadie suelta algo que tiene valor si no es por algo o alguien más valioso, es decir, tuvimos que haber tenido una experiencia auténtica, honda, suficiente, convincente; de comprensión de la persona del señor Jesús, que haya tocado nuestros afectos y nuestra parte profunda que nos mueva hacia algún lugar.

Entonces, necesitamos de la experiencia de Dios para volvernos pobres, pasar por un proceso de conversión, es decir, valorar más a Jesús y su compañía que cualquier otra cosa. ¿Para qué? Para asimilar la profundidad de su mensaje, sumarnos a su plan de vida para la humanidad, con los medios a nuestro alcance para que todos tengamos una vida digna, por que somos hijos de un mismo Padre, por que somos hermanos, por que Dios mismo nos envió a Jesús como hermano.

Después de este recorrido vemos que ser pobre es aprender a ser hijos, confiar en Jesús, reconocer a nuestros hermanos, sobre todo los más necesitados. También es tener esperanza, dejarnos impactar por el la experiencia del amor de Dios, dejar que nos transforme, que nos de fuerza, ponernos en sus manos. Por supuesto que esto se vive en pequeños espacios hoy en nuestro mundo, pero algún día crecerá mucho más, es por ello que estamos en construcción del mundo que Dios quiere. Pidamos a Nuestra Señora nos ponga en la presencia de su hijo, para vivir la propia experiencia con Jesús, que transforme nuestro corazón, y podamos sentir la gratuidad de tanto bien recibido

martes, 18 de junio de 2013

“Bienaventurados los pobres...”



Por Elías Iván García Ríos nSJ.
Son muchas las experiencias que van tocando el corazón del novicio que discierne su vocación, el apostolado de fin de semana en los ranchos es uno de los lugares privilegiados que tiene el noviciado par el encuentro con Jesús, pobre y humilde, presente en la historia de las personas. Es por eso que en esta ocasión les quiero compartir uno de tantos acontecimientos que me ha dejado con la boca abierta, pero con el corazón lleno de agradecimiento, todo inflamado en amor por el Creador y Señor de la vida, como diría san Ignacio de Loyola.
Hace algunas semanas me encontraba en la comunidad de Soyatlán de la Hacienda visitando a las familias, como solemos hacer los novicios para tener contacto cercano con ellas. Durante mi recorrido llegué a la casa de Don Fidel Torres, hombre de edad avanzada, 96 años aproximadamente, que vive en situación de soledad, en una casa muy pequeña de lámina galvanizada. Me paré frente a su puerta y lancé un grito de saludo, al poco rato me di cuenta que alguien andaba en la parte trasera, por lo que busqué el mejor ángulo y entonces lo vi, ¡allí estaba! sentado en cuclillas o 'amonado' como suelen decir en el rancho, con un huango o casanga limpiando un terreno en una cuesta. En ese instante me llegó una gran alegría que me lanzó a cruzar el alambrado para ir a su encuentro, tan pronto como estuve frente a él lo saludé con gran emoción por volverlo a ver, entablamos un diálogo sobre la intensión de su trabajo y me puse a arrancar la hierba espinosa que cubría el terreno.
Después de un momento de charla noté que un vástago que se encontraba cerca, estaba fracturado por el sobrepeso que le ocasionaba el racimo de plátanos que tenía y le comenté a Don Fidel: ¡esos plátanos ya casi están listos para cortarse! él me respondió que sí, pero el sobrepeso de sus frutos era mucho por lo que algunos ya se estaban cayendo y el que estaba caído era muy pesado para ponerle una tranca que lo sostuviera. Le dije “haber que puedo hacer” y al poco rato después de haber batallado con el vástago, regresé triunfante y continué ayudándole en su trabajo, Don Fidel me dijo: “no hay nada como ser joven”.
Mientras continuó la plática me dijo que quería comprar un burrito para poder transportarse a la comunidad cercana cuando tuviera alguna necesidad, pero el que había visto era muy caro para él y no podía comprarlo, costaba dos mil pesos. También me contó que quería sembrar de nuevo frijol porque una vaca se comió el que tenía dejándole solo unas matas. La conversación estaba concluyendo cundo me pidió que le dijera a una persona de la otra comunidad, que viniera por unos plátanos que estaban maduros, yo le dije: “en cuanto se los va a vender”, él me respondió: “yo no los vendo, yo se los regalo a mis amigos porque Dios me los ha dado primero”. En ese momento callé, su pobreza generosa me dejó con el corazón inflamado de amor, nos dimos la bendición y me despedí.
...porque de ellos es el Reino de los Cielos”. Don Fidel es el rostro generoso de Dios que ha aprendido a confiar totalmente en su Señor, es un hombre que, siendo pobre es rico y libre, puesto que vive en la lógica del Reino. No cabe duda que “los últimos serán los primeros” por eso la Divinidad se complace en su ofrenda. “Dios es y basta”.

lunes, 10 de junio de 2013

La Eucaristía de los pobres salva.



En aquella tarde fuimos al otro vecindario a visitar a la gente. Ya nos habían platicado de Octavio, una persona incapacitada de una pierna a causa de un tumor. Nos habían dicho también que era “hermano separado”; decidimos verlo ese día. Llegamos donde Octavio y su familia se hospedaban. De inmediato lo ubicamos -un joven papá quien se encontraba sentado sobre la cama comiendo jícama con la pierna derecha vendada y al lado de él una muleta recargada sobre la pared de lámina-. Estaba también su esposa quien nos había recibido con gentileza.

Al dirigirnos a Octavio lo notamos un tanto reservado, con la mirada difusa hacia el suelo. Nos presentamos como seminaristas y dijimos que veníamos a verlo. Entonces Octavio enderezó la mirada y nos comenzó a platicar; nos contaba cómo había sucedido lo de su pierna, en qué circunstancias había pasado todo eso, cómo había sido su vida antes de su enfermedad, etc. A medida que avanzábamos en la conversación, Octavio fue entrando en confianza de modo que en su rostro se dejaba notar un ánimo -ahora al releer el itinerario de su padecimiento- pues nos compartía cómo había pasado de renegar de esa su situación a asumirla con sabiduría y esperanza en este momento de su vida.

Rancho El Cortijo

Foto del apostolado en la ordeña, rancho El Cortijo
Nuestros compañeros Pancho y Gerardo comparten una imagen de su experiencia apostólica con el objetivo de convivir con los señores en sus labores y conocer más a la comunidad.