martes, 18 de junio de 2013

“Bienaventurados los pobres...”



Por Elías Iván García Ríos nSJ.
Son muchas las experiencias que van tocando el corazón del novicio que discierne su vocación, el apostolado de fin de semana en los ranchos es uno de los lugares privilegiados que tiene el noviciado par el encuentro con Jesús, pobre y humilde, presente en la historia de las personas. Es por eso que en esta ocasión les quiero compartir uno de tantos acontecimientos que me ha dejado con la boca abierta, pero con el corazón lleno de agradecimiento, todo inflamado en amor por el Creador y Señor de la vida, como diría san Ignacio de Loyola.
Hace algunas semanas me encontraba en la comunidad de Soyatlán de la Hacienda visitando a las familias, como solemos hacer los novicios para tener contacto cercano con ellas. Durante mi recorrido llegué a la casa de Don Fidel Torres, hombre de edad avanzada, 96 años aproximadamente, que vive en situación de soledad, en una casa muy pequeña de lámina galvanizada. Me paré frente a su puerta y lancé un grito de saludo, al poco rato me di cuenta que alguien andaba en la parte trasera, por lo que busqué el mejor ángulo y entonces lo vi, ¡allí estaba! sentado en cuclillas o 'amonado' como suelen decir en el rancho, con un huango o casanga limpiando un terreno en una cuesta. En ese instante me llegó una gran alegría que me lanzó a cruzar el alambrado para ir a su encuentro, tan pronto como estuve frente a él lo saludé con gran emoción por volverlo a ver, entablamos un diálogo sobre la intensión de su trabajo y me puse a arrancar la hierba espinosa que cubría el terreno.
Después de un momento de charla noté que un vástago que se encontraba cerca, estaba fracturado por el sobrepeso que le ocasionaba el racimo de plátanos que tenía y le comenté a Don Fidel: ¡esos plátanos ya casi están listos para cortarse! él me respondió que sí, pero el sobrepeso de sus frutos era mucho por lo que algunos ya se estaban cayendo y el que estaba caído era muy pesado para ponerle una tranca que lo sostuviera. Le dije “haber que puedo hacer” y al poco rato después de haber batallado con el vástago, regresé triunfante y continué ayudándole en su trabajo, Don Fidel me dijo: “no hay nada como ser joven”.
Mientras continuó la plática me dijo que quería comprar un burrito para poder transportarse a la comunidad cercana cuando tuviera alguna necesidad, pero el que había visto era muy caro para él y no podía comprarlo, costaba dos mil pesos. También me contó que quería sembrar de nuevo frijol porque una vaca se comió el que tenía dejándole solo unas matas. La conversación estaba concluyendo cundo me pidió que le dijera a una persona de la otra comunidad, que viniera por unos plátanos que estaban maduros, yo le dije: “en cuanto se los va a vender”, él me respondió: “yo no los vendo, yo se los regalo a mis amigos porque Dios me los ha dado primero”. En ese momento callé, su pobreza generosa me dejó con el corazón inflamado de amor, nos dimos la bendición y me despedí.
...porque de ellos es el Reino de los Cielos”. Don Fidel es el rostro generoso de Dios que ha aprendido a confiar totalmente en su Señor, es un hombre que, siendo pobre es rico y libre, puesto que vive en la lógica del Reino. No cabe duda que “los últimos serán los primeros” por eso la Divinidad se complace en su ofrenda. “Dios es y basta”.

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