Por Rodrigo García Farías nSJ.
La bienaventuranza que trata este número del
Fabro, Bienaventurados los pobres porque de ellos es el reino de los
cielos, se refiere a que el Reino de los Cielos es poseído por los
pobres. ¿Qué es ser pobre? Trataré de compartir con ustedes lo que
he ido comprendiendo a este respecto a lo largo de este año en el
noviciado.
El Reino de Dios es un deseo por el que Jesús
luchó toda su vida por construirlo, comprendió que para llevarlo a
cabo necesitaba poner su vida en función de la voluntad de Dios, es
decir, hacer lo que Dios quería y para ello era necesario
primeramente una actitud básica de confianza
para dejarse guiar por Él. Llegó a ella poco a poco tras haber
tenido una experiencia confirmación en
el Jordán cuando lo bautizaron, después lo llevó al desierto donde
también lo tentó el maligno y posteriormente el encuentro con la
gente. A través del tiempo fue generando un vínculo
fuerte con su Padre y asumió con agrado el papel de Hijo.
Así es nuestra relación con Jesús, primero
tenemos un encuentro
con Él, esto es la experiencia,
luego valoramos lo que sucedió en ese encuentro (que tanto y cómo
tocó el Señor nuestra persona). Entonces volvemos a regresar a
Jesús para nuevos encuentros, ahí construimos un vínculo
entre nuestra persona y Él con aquello que nos es significativo, más
adelante construimos la amistad
y este proceso va dando la confianza.
Pero ¿Que tiene que ver todo esto con la pobreza?
La pobreza que refiere la bienaventuranza no es sólo la carencia de
medios de subsistencia, sino que además se refiere a una actitud
por parte de quien quiere, se interesa o se siente invitado por el
mensaje de Jesús. Esto es fundamentalmente relativizar
cualquier cosa: dinero, coche, casa, ropa, fama, estima, riquezas,
todo lo que uno puede llegar a desear honestamente. Pero antes,
siendo honestos, nadie suelta algo que tiene valor si no es por algo
o alguien más valioso, es decir, tuvimos que haber tenido una
experiencia
auténtica, honda, suficiente, convincente; de comprensión de la
persona del señor Jesús, que haya tocado nuestros afectos
y nuestra parte profunda que nos mueva hacia algún lugar.
Entonces, necesitamos de la experiencia de Dios
para volvernos pobres, pasar por un proceso de conversión, es decir,
valorar más a Jesús y su compañía que cualquier otra cosa. ¿Para
qué? Para asimilar la profundidad de su mensaje, sumarnos a su plan
de vida para la humanidad, con los medios a nuestro alcance para que
todos
tengamos una vida digna, por que somos hijos de un mismo Padre, por
que somos hermanos, por que Dios mismo nos envió a Jesús como
hermano.
Después de este recorrido vemos que ser pobre es
aprender a ser hijos, confiar en Jesús, reconocer a nuestros
hermanos, sobre todo los más necesitados. También es tener
esperanza, dejarnos impactar por el la experiencia del amor de Dios,
dejar que nos transforme, que nos de fuerza, ponernos en sus manos.
Por supuesto que esto se vive en pequeños espacios hoy en nuestro
mundo, pero algún día crecerá mucho más, es por ello que estamos
en construcción del mundo que Dios quiere. Pidamos a Nuestra Señora
nos ponga en la presencia de su hijo,
para vivir la propia experiencia
con Jesús, que transforme nuestro corazón, y podamos sentir la
gratuidad de tanto bien recibido.
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