viernes, 21 de junio de 2013

Pobreza y experiencia de Dios



Por Rodrigo García Farías nSJ.

La bienaventuranza que trata este número del Fabro, Bienaventurados los pobres porque de ellos es el reino de los cielos, se refiere a que el Reino de los Cielos es poseído por los pobres. ¿Qué es ser pobre? Trataré de compartir con ustedes lo que he ido comprendiendo a este respecto a lo largo de este año en el noviciado.

El Reino de Dios es un deseo por el que Jesús luchó toda su vida por construirlo, comprendió que para llevarlo a cabo necesitaba poner su vida en función de la voluntad de Dios, es decir, hacer lo que Dios quería y para ello era necesario primeramente una actitud básica de confianza para dejarse guiar por Él. Llegó a ella poco a poco tras haber tenido una experiencia confirmación en el Jordán cuando lo bautizaron, después lo llevó al desierto donde también lo tentó el maligno y posteriormente el encuentro con la gente. A través del tiempo fue generando un vínculo fuerte con su Padre y asumió con agrado el papel de Hijo.

Así es nuestra relación con Jesús, primero tenemos un encuentro con Él, esto es la experiencia, luego valoramos lo que sucedió en ese encuentro (que tanto y cómo tocó el Señor nuestra persona). Entonces volvemos a regresar a Jesús para nuevos encuentros, ahí construimos un vínculo entre nuestra persona y Él con aquello que nos es significativo, más adelante construimos la amistad y este proceso va dando la confianza.

Pero ¿Que tiene que ver todo esto con la pobreza? La pobreza que refiere la bienaventuranza no es sólo la carencia de medios de subsistencia, sino que además se refiere a una actitud por parte de quien quiere, se interesa o se siente invitado por el mensaje de Jesús. Esto es fundamentalmente relativizar cualquier cosa: dinero, coche, casa, ropa, fama, estima, riquezas, todo lo que uno puede llegar a desear honestamente. Pero antes, siendo honestos, nadie suelta algo que tiene valor si no es por algo o alguien más valioso, es decir, tuvimos que haber tenido una experiencia auténtica, honda, suficiente, convincente; de comprensión de la persona del señor Jesús, que haya tocado nuestros afectos y nuestra parte profunda que nos mueva hacia algún lugar.

Entonces, necesitamos de la experiencia de Dios para volvernos pobres, pasar por un proceso de conversión, es decir, valorar más a Jesús y su compañía que cualquier otra cosa. ¿Para qué? Para asimilar la profundidad de su mensaje, sumarnos a su plan de vida para la humanidad, con los medios a nuestro alcance para que todos tengamos una vida digna, por que somos hijos de un mismo Padre, por que somos hermanos, por que Dios mismo nos envió a Jesús como hermano.

Después de este recorrido vemos que ser pobre es aprender a ser hijos, confiar en Jesús, reconocer a nuestros hermanos, sobre todo los más necesitados. También es tener esperanza, dejarnos impactar por el la experiencia del amor de Dios, dejar que nos transforme, que nos de fuerza, ponernos en sus manos. Por supuesto que esto se vive en pequeños espacios hoy en nuestro mundo, pero algún día crecerá mucho más, es por ello que estamos en construcción del mundo que Dios quiere. Pidamos a Nuestra Señora nos ponga en la presencia de su hijo, para vivir la propia experiencia con Jesús, que transforme nuestro corazón, y podamos sentir la gratuidad de tanto bien recibido

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