miércoles, 15 de mayo de 2013

Soy Originario.



De la experiencia de peregrinación con comunidades indígenas de Tsajalchen, Chiapas, y de lo que sin palabras me fueron expresando en su cuerpo comunitario así como en su ser individual, en sus actitudes, luchas, dificultades y esperanzas, fui capturando rasgos que me impactaron mucho y que pude ir plasmando en frases que con el tiempo conformaron el siguiente texto. Son las palabras que no necesitaron decir pero que de esta manera pongo yo en su boca:




Soy Originario.


Soy mi vida y todo lo que la sustenta. Soy mi alma y todo lo que la alimenta.

Soy el Espíritu Único que todo lo habita. Soy la vida que desde esta tierra palpita.


Soy raíz que atraviesa el tiempo, generación trascendida por el Amor Eterno.

Soy promesa al sueño de los abuelos. Seré anciano que veneren los nuevos.


Soy tradición milenaria que da consistencia a mi raza.

Soy comunidad que desde mi voz habla y me dice en su amor que la Vida nos ama.


Me inspira la inmortalidad del Todo, que también me habita y es infinita.

Voy esperanzado y no encerrado en “mi” vida, que fatalmente inicia, como termina.


Soy superviviente en la ancestral adversidad, heredero humilde del más hondo impulso vital.

De mi fe en esa potencia divina, la fuerza de mi trabajo y lucha sin parar y la libertad para dar hasta la vida por la de la comunidad.


Soy dueño del misterio de sin tener siempre poder dar, ave libre del encierro de teniendo siempre querer más.

No codicio el éxito ni el futuro de aquel mundo herido. La vida como es, sólo en vivirla amorosa cobra ya todo su sentido.


Soy el hilo creador sin final ni principio, tejido fugaz en que ahora tú y yo coincidimos.

Somos, pues, necesidad de otras manos abiertas. La mía es respuesta a la búsqueda de trascendencia, a caso la tuya, alivio a mis carencias.


Soy especialmente vulnerable a tu puño, a lo que me agrede en mi persona o en mi mundo.

Igual o más que a ti me dañan, del cuerpo o del alma, los vicios: lo tóxico a mi ser comunitario o individuo.


Mi corazón humano, al fin y al cabo, no es el de un santo.

Lo que arroje tu mano, bueno o malo, puede cambiarlo.


Nos envenenan a todos la injusticia y los falsos prejuicios, por los que la vida se hace dispareja y mezquina en vez de Una y abundante, como el Creador la quiso.

Al otro abramos ya las manos, en el Amor del que a todos nos hizo. Lo vivo contra la vida, vive contra sí mismo.


Soy mi vida y todo lo que la sustenta. Soy mi alma y todo lo que la alimenta.

Soy el Espíritu Único que todo lo habita. Soy la vida que desde esta tierra...

No hay comentarios: