Experiencia en el Hospital Civil de Guadalajara
Durante el tiempo que estuve en el Hospital civil de la Ciudad de Guadalajara, conocí a muchas personas, cada una de ellas me enseñó algo importante para la vida. Una de estas personas importantes fue Yolanda, es de Jalisco, está casada y tiene una niña que se parece mucho a ella. Yolanda es una mujer alegre y muy platicadora, tiene un tumor canceroso en un pulmón, además padecía de anemia; cuando la conocí ya había perdido mucho peso, pero no el ánimo.
Conocer a Yolanda me enseñó lo que decía San Ignacio: Todo es bueno, todo es Gracia de Dios. Yo creía entender esas palabras, ¡claro! todo es Gracia, lo bueno y lo malo de la vida, ¡si por su puesto!, pero fue hasta encontrarme con Yolanda cuando estas palabras de verdad entraron, no sólo a la cabeza, sino al corazón. Intentaré explicar el proceso para que esas palabras de Ignacio entraran al corazón: primero, la lógica del mundo le diría a Yolanda que ella, en ese estado crítico en el que se encontraba, debería estar triste, preocupada, incluso enojada con Dios. Mi sorpresa fue grande; ella gozaba de una felicidad difícil de explicar con palabras, pero fácil de percibir en su modo de ver la vida y de asumir el proceso de estar enferma y desmejorando… en paz.
En segundo lugar, cuando hablé con ella, me contó de su familia, me enseñó fotos, pero lo más importante que me enseñó fue a vivir agradecido con lo que Dios da. Ella me explicó que antes era una persona muy independiente, capaz de hacer las cosas por su cuenta, que su familia, aunque no estaba en conflicto, sí se mantenía al margen; pensó que siempre iba a ser igual, que no habría porque cambiar, pero la vida le cambio los planes, empezó con anemia, después apareció el cáncer, se dio cuenta que esta vez su autosuficiencia no le servía de nada. Tenía cierto miedo de pedir ayuda a su familia, después de pensarlo mucho decidió hacerlo, y su sorpresa fue que todos, sin ninguna traba, accedieron, no sólo a ayudarla económicamente, sino a saber que no estaba sola, que nunca lo estuvo, y que su familia no la abandonaría; descubrió algo más importante que la autosuficiencia y fue el hacer comunidad. En una comunidad no sólo ponemos nuestras capacidades, también ponemos nuestras necesidades, limitaciones y miserias, ofrecemos todo nuestro ser, tal cual es.
Desde la lógica de Dios, Yolanda llegó a percibir el cáncer como un Don, no en sí mismo, sino en cómo le devolvió a los suyos, le trajo la unión y el amor de su familia. Sus palabras fueron “tal vez si no hubiera enfermado seguiría igual”, siendo una individualista; pero no, ahora ella se sentía amada y eso le daba para estar agradecida con Dios, con su familia y para luchar por vivir. Ahora el vivir tenía otro sentido más profundo, vivía tan plena, que me reveló lo que en verdad traía en el corazón, fue lo más desgarrador, pero impactante y profundo, me dijo : sé a lo que me enfrento, sé que es un volado al aire y me puedo morir, pero moriré feliz porque vi a mi familia junta.
Cuantas veces dejamos ir a los nuestros por cosas insignificantes, porque pensamos que la vida nunca va a cambiar. Yolanda me enseño que Todo es bueno, todo es Gracia de Dios, que esta vida se vive mejor cuando el corazón está fluyendo con verdadero Amor, aceptando lo bueno y malo de la vida por terrible que sea. Uno siempre termina diciendo Todo es Gracia, y para prueba ella.
Gerardo Bárcenas Romero, nSJ
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