Por Juan
Antonio Olvera Nava nSJ.
Luís
Gonzaga, el patrono de los jóvenes, fue un muchacho que se adentró
en las vicisitudes de su propia época en medio del contexto familiar
y social. En su vida decidió determinarse y decir no a lo
que parecía se le iba a imponer: arriesgado, sincero, crítico,
estructurado, acertado y a la vez, cercano y amoroso. Este santo nos
lleva a entender por qué la Iglesia lo ha declarado patrono de la
juventud y más ahora en la época de cambios y laceraciones humanas
que nos invita a preguntarnos sobre nuestra respuesta que damos a lo
que nos lastima de nuestra realidad. Luís nos demuestra que la
fuerza y vida juvenil es capaz de transformar corazones y mover
consciencias en más fe y justicia.
Para
entender el talante de este hombre es necesario que echemos una
mirada a la cuna que lo vio nacer y hacerse santo. Nació el 9
de marzo de 1568 en el Palacio de Castiglione, cerca de Mantua, en
Lombardía, Italia. Su padre Fernando Gonzaga el marqués de
Castellon estaba orgulloso de su primogénito Luís pues sería el
heredero de su dignidad y además de la historia familiar, que según
el P. Horacio Botero, era muy complicada. Sus antepasados fueron
guerreros en las cortes de España y con ello todos los honores,
placeres y beneficios que les traían por sus dignidades. Incluso el
mismo Luís fue paje Juana de Austria, hija del Emperador Fernando I.
En estos ambientes en los que vivió, conoció y se movió, fue
encontrando rechazo a las conductas afectivas y sexuales, también en
los grandes banquetes y pomposos vestidos donde no encontraba sentido
a su vida.
Después
de servir a la corte fue llamado por sus padres a su hogar, ahí
comenzó a enseñar catecismo y 'algunas cosas de fe' que aprendió
mientras vivía con los reyes. Por medio de esta acción dijo que
quería ser misionero como San Francisco,Xavier del que había
conocido algunas cartas que escribía desde la India donde conoció a
la naciente Compañía. Algo más significativo de él es que su
primera Comunión y una plática con el Cardenal San Carlos Borromeo,
después de esto su vida quedó impregnada por su centralidad en la
Eucaristía.
Conocemos
a San Luís Gonzaga principalmente por su 'voto de castidad' que
realizó a los diez años, a lo que se añade la gran pureza y
perfección de vida, que no se niega sino al contrario se confirma,
pero tiene un sentido más hondo. Este jovencito poseía un 'don', un
'carisma' que le hacía percibir lo dañado, que rompe con la
dinámica del amor y reaccionar ante ello con gran ímpetu y búsqueda
de una restauración, como lo hizo con su voto. Si Luís fue casto y
perfecto en su vida evangélica no fue únicamente por su propia
mortificación o salvación de su persona, sino también por decir no
a lo que el mundo presenta como más placentero, más fácil, con
mayor recompensa; representó con esto el proyecto de Jesús, el sí
a la libertad, solidaridad, igualdad.
Para ver
con mayor claridad la fuerza de Gonzaga, narraremos un pequeño hecho
en el que cuestiona al príncipe Diego de España y que demuestra
su rebeldía con toda causa: un día el príncipe Diego se
encontraba irritado por un viento frío, gritó con indignación de
pequeño tirano: “Viento, te ordeno que te vayas”. Luís no se
contuvo: “Vuestra Alteza puede mandar a los hombres, pero el viento
obedece a Dios el cual también debe obedecer Vuestra Alteza”. En
esto demuestra su conciencia de humano, limitado, que no se opone a
la voluntad de Dios y que denuncia a quiénes se sienten 'dioses'
para dominar.
Este
'carácter rebelde' que demuestra Luís es el que resalto y que lleva
a la juventud a verlo como patrono, pues tuvo que tomar fuerza y
enfrentar a su padre que no le permitía su ingreso a la Compañía
de Jesús pues era el primogénito y en quien había puesto la
dignidad de la familia. Con esfuerzos y de una manera impactante
logró hacer entender a su padre que el Señor lo llamaba como
jesuita y que sería ahí donde realizaría su vida. No tardó mucho
en llegar al noviciado y comenzar sus estudios como escolar, donde
trabajando cercano a los apestados de la época contrajo la
enfermedad y murió. Llegó al final abrazando a los enfermos
'deseando ocupar su lugar' para mitigar sus dolores.
Luís
Gonzaga durante sus estudios realizó distintas misiones, escribió
cartas, animó jóvenes y escuchaba a todo el que se le acercaba,
pero debemos ver lo que logró demostrar no sólo con sus discursos y
experiencias sino con toda su vida que tiene fundamento en el [101]
de las constituciones de la Compañía. Este número dice que quien
entre en ella “aborrezca todo y no en parte todo lo que el mundo
quiere y abraza [...] así como vestir la misma vestidura y librea de
Cristo”, así lo hizo el joven escolar, decir no al mundo y
encararlo en su pecado, para conducirlo a la libertad de Dios, de
Jesús que nos renueva la esperanza de un mundo mejor.
Los
invito a que nos preguntemos ¿qué tan determinado soy para decir no
a aquello que sé me daña pero lo hago por gusto o por miedo?
¿qué tanto defiendo la igualdad, la justicia, la libertad de los
demás y la mía? ¿realmente me esfuerzo por vivir mejor, más
libre; o me conformo con la comodidad de no meterme en problemas? A
los jóvenes también los llamo a preguntarse ¿qué tanto defiendo
aquello que deseo y que sé está acorde con un proyecto de
solidaridad y libertad? Luís en su época lo hizo, hoy seguramente
lo hacen muchos más, ¿y tú?